jueves, 30 de abril de 2015

Mi participación en el primer debate


Copio/pego mi aportación al debate propuesto sobre este vídeo. Me ha llevado un rato y no quiero perderla de vista. 

Por una competencia digital que vaya más allá de teclas y ratones

Pongo de forma intencionada como título de mi intervención una recreación del seminal título de Alfonso Gutiérrez "Alfabetización digital. Algo más que ratones y teclas" (Gedisa, Barcelona 2003).

En la nueva ecología educativa que plantea la sociedad digital la educación se ve exponencialmente diversificada, quebrando aún más, si esto era posible, el protagonismo de la enseñanza formal o reglada que impartimos en escuelas, institutos y universidades, aumentando proporcionalmente la importancia de la enseñanza no formal e informal, según la clásica diferenciación.
Internet es hoy el líquido que mueve, cohesiona e interacciona la cultura y sus protagonistas. Prácticamente nada de lo que afecta a nuestras vidas le es ajeno.
De ahí que las competencias de un ciudadano de su siglo, que quiera implicarse en su tiempo, que desee formarse, formar a otros, crear, compartir sus creaciones e interactuar con los demás, pasen necesariamente por ser competente digitalmente.
No debe caber duda en que se puede ser un ciudadano culto -un concepto que por sí mismo está cada vez más gastado- manteniéndose al margen de Internet y todo lo digital. De hecho, muchos de los intelectuales, escritores, artistas y profesores que admiramos se mantienen ahí, impertérritos ante la irrupción de lo digital, a lo que achacan todos los males de nuestra cultura, pero estas posturas, y toda la lógica de la cultura gutenbegriana en la que se formaron, cada irá adquiriendo un tono más numantino y un sentido más próximo al del que opta por vivir en una torre de marfil (sintético, por supuesto, que el otro se acabó), solo pretende escucha vinilos o comer comida de su propia granja como los amish.
Pero claro, y de ahí el título de esta intervención, no son pocos los colegas que siguen pensando en la digital como una competencia meramente instrumental, relacionada sobre todo con el manejo de la información y los dispositivos digitales, algo que solo entendiéndola de forma muy restringida puede aproximarse a la propuesta del profesor Area, “tomar decisiones en situaciones complejas”
Ser hoy un ciudadano culto y autónomo, como se nos pide en el debate, es ir mucho más allá de todo ello. Todavía somos capaces de llamar incultos a los que entienden la competencia digital como el requisito para atender a las necesidades prácticas que impone la presencia generalizada de las TIC en todos los ámbitos de nuestras vidas. Lo mismo que el saber leer y escribir, utilizando esta competencia exclusivamente para la gestión de su propia competencia profesional o para leer solo folletos y prensa deportiva.
Todavía hoy, y espero que por mucho tiempo, ser culto es ser capaz de situarse bastante más allá de la función instrumental de cualquier competencia, incluida la digital. Ser culto es saberla utilizar las competencias que contempla el currículo para volar con autonomía y juicio propio, con independencia y sentido crítico en la persecución de intereses y deseos que se muevan en horizontes más amplios que los marcados por las urgencias productivas.
Por eso la alfabetización digital no puede entenderse sino en el marco de una alfabetización múltiple, que incluya otras alfabetizaciones de menos utilidad a la función instrumental de los procesos de instrucción como la alfabetización mediática y la audiovisual. Estas son las que mejor contribuirán a dar una naturaleza de culta a la competencia digital al contribuir decididamente a desarrollar individuos independientes y autónomos, críticos y participativos en la sociedad que le toca vivir, capaces de hacer frente al deslumbramiento atontado de la sociedad del espectáculo y el ensordecedor ruido mediático que propicia Internet.
Dicho todo lo anterior, que, aunque extenso, considero un necesario punto de partida provocado por la expresión “ciudadano culto”, paso rápidamente a las dos cuestiones restantes del debate.
El modelo educativo que se impondrá con la disrupción educativa que, querámoslo o no, está permeando todos los procesos educativos, será, como muy bien señala el profesor Area, muy distinto de laescuela transmisima que predominó en el siglo pasado, y a la que, para nuestra desgracia, muchos se seguirán agarrando como precario bote salvavidas. El profesor tiene reservada en la sociedad digital una hermosísima función a la que dedicaron todo su empeño los grandes pedagogos que nos cita en su presentación: la de ayudar a germinar y crecer a unos alumnos cada vez más autónomos, creativos y participativos en la inmensa biblioteca universal que es Internet, siendo ellos mismos los protagonistas de su aprendizaje, desarrollando la capacidad de búsqueda con criterio de información pertinente, la construcción creativa de conocimiento, y el trabajo colaborativo con sus propios compañeros y otros que están más allá de las aulas físicas. Casi nada.
Y, bueno, lo que me pregunto acerca de todo esto no es otra cosa que si seremos capaces de enfrentarnos a estos enormes retos, como institución de la era Gutenberg que ahora termina, y profesionales comprometidos con nuestra función educativa. Pero, sobre todo, como sociedad madura que sepa asumir que la educación, una educación de ciudadanos como la que aquí se alude, es un requisito fundamental, no solo para el desarrollo económico y social, sino para mantener y profundizar una sociedad libre y democrática. La faz siniestra de las TIC es su utilización al servicio de los intereses delneocapitalismo productivista, en los que solo lo cuantificable, evaluable, siempre al servicio de la competencia entre unos y otros, sea lo único que de verdad importa.
Mis disculpas: la extensión de esta intervención está más en la lógica del texto extenso y el verbo florido de las viejas formas de comunicar que la cultura digital cuestiona. Y es que el que esto escribe se formó en esa cultura y no es capaz de ir al texto directo y conciso que hace hoy de Gracián un maestro redivivo. Al menos no soy un inocentón como muchos de esos colegas que todavía piensan y porfían en que sus estudiantes les escuchen con atención sus maravillosas clases magistrales, y que, si no lo hacen sus"hiperactivos" alumnos, es porque la autoridad, la cultura y el nivel está por los suelos.
Muchas gracias.

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